VERANO EN FAMILY/CAP2

 

CAPÍTULO  2






Era mi tía, que contemplaba asombrada la escena. Mi mano paró en seco, pero me quedé tan impresionado por haber sido pillado in fraganti que ni siquiera reaccioné para soltar mi falo.





¡Tita, por Dios! ¿Qué haces aquí?- le pregunté con ganas de que me tragase la Tierra.





Ella guardó silencio unos segundos, observó con toda calma la desnudez de mi cuerpo, no se cortó un pelo en mirar con detenimiento mi polla atrapada en mi mano y, al fin, respondió:




¿Yo? He venido a hacer lo mismo que tú....A orinar. He aprovechado que tu madre acaba de irse a caminar un rato por la orilla.




Los ojos de mi tía se clavaron en mi verga en cuanto la liberé de la mano. Quedó ante sus ojos, tiesa e hinchada, con el surco verdoso de varias venas marcado sobre la piel y con todo el redondo glande al aire. Davinia se llevó la mano a la cinturilla del tanga y empezó a bajar la prenda pausadamente, sin dejar de mirarme a los ojos. Sonrió al ver cómo mis ojos se estaban fijando en su coño depilado, mientras la blanca prenda descendía por los muslos hacia abajo. Levantó una pierna de la arena, luego la otra y se sacó el tanga.





Toma, agárralo, no quiero que se llene de arena- dijo justo antes de lanzármelo contra el pecho.





En un gesto instintivo, abrí la mano y cogí la prenda en el preciso instante en que mi tía se ponía en cuclillas, a escasamente dos metros de mí, y comenzaba a soltar una abundante y prolongada meada que regó gran cantidad de arena y que caía con tal violencia que varias gotas salpicaron mis pies. Yo tenía la boca seca, estaba paralizado, sin saber qué decir ni qué hacer. Davinia, por la que me había estado pajeando y por quien tenía así de dura la polla, se encontraba ahora allí, totalmente desnuda. Ya no tenía dudas de que estaba jugando conmigo, provocándome.





Cuando acabó de echar la última gota, se incorporó y me comentó:





Me conoces bien y sabes que puedo llegar a ser muy irónica.





¿Qué quieres decir, tita?- le pregunté siendo capaz de articular de nuevo un par de palabras.





Si tu madre se enterase de lo que estabas haciendo escondido aquí y de que te he pillado en plena faena, te montaría un escándalo y seguro que a mí también me lo formaría, acusándome de tener la culpa de todo y de que te habías calentado al verme semidesnuda. A mí que me diga de todo me da igual. Lo digo especialmente por ti: no deseo que pases un mal rato. Así que no queremos que Débora se entere, ¿verdad?





¡Claro que no! ¿Estás loca? ¡Cómo voy a querer eso!- exclamé aún con el tanga de mi tía en la mano.





Muy bien, entonces haremos lo siguiente: nos vamos a quedar tú y yo desnudos el resto del día aquí en la playa.





¿Qué? ¡Mamá me matará! ¡Y a ti también! ¡Ya has visto cómo se puso antes!





Tranquilo, que tu tía tiene solución para todo. Podemos decirle que mientras estaba paseando, apareció un pareja de nudistas algo intransigentes y que nos reprocharon que no estuviésemos desnudos pese al cartel indicador de la entrada.





¿Tú piensas que se lo va a creer?- le pregunté.





Mira, Álvaro, tu madre es un pedazo de pan y muy ingenua. La conozco muy bien. Primero se indignará y gritará pero terminará aceptándolo. Ya lo verás.





La idea de mi tía no parecía del todo mala pero yo no acababa de ver claro eso de andar en bolas delante de mi madre.





Además, Álvaro, entre tú y yo: te estabas masturbando porque te has excitado durante todo el rato de antes, ¿no es cierto?





Me puse rojo de vergüenza y agaché la cabeza. De repente Davinia se acercó a mí y me abrazó para tratar de tranquilizarme. Pero el efecto en mí fue el contrario: sus tetas pegadas a mi pecho y mi polla aprisionada entre mi vientre y el suyo hicieron que la situación subiera aun más de tono. Fundidos en ese abrazo, me susurró:




No te preocupes, cariño, que no somos de piedra. Yo también me he excitado antes al ver cómo crecía el tamaño de tu pene y se te ponía macizo bajo el bañador. Hasta hiciste que mi sexo se mojara. Y luego, mientras te daba crema...Uuuffff....Me he puesto cachonda perdida y ya el remate fue cuando sentí tus dedos acariciando mi vagina sobre el tanga. Sé de sobra que no fue casualidad, que lo hiciste a propósito. Me gustó notar ese roce, los dedos de mi propio sobrino. Mi mente y mi sexo se morían de ganas por que siguieras. Si no llega a ser por la presencia de tu madre...





Rápidamente sentí en mi ingle la humedad del coño de Davinia. No sabía si eran restos de orín, flujos por la excitación o ambas cosas mezcladas, pero mi piel se mojó. Supongo que ella también notaría en su vientre el líquido de mi glande. Entonces mi tía despegó un poco su cuerpo del mío y me preguntó sin rodeos:




No piensas acabar lo que te interrumpí?





Era lo que más deseaba hacer en ese momento: quería terminar la paja que dejé a medias y correrme de gusto, pero la presencia de Davinia allí delante me frenaba.




Puedo ayudarte, si tú quieres......





No me lo podía creer: mi tía se acababa de ofrecer voluntaria para la causa. Sin darme tiempo a responder, se puso de rodillas sobre la arena, acercó su mano derecha a mi polla empalmada y la agarró con firmeza. Contuve durante unos instantes la respiración al sentir mi verga aprisionada entre la mano de Davinia. Ella comenzó a agitarla con delicadeza, lentamente, con suavidad, recreándose en cada uno de los movimientos. Cerré los ojos y suspiré de placer.





¡Ummmm....! ¡Qué polla tienes, Álvaro! Ya me estaba haciendo falta tener una así entre mis manos!- exclamó, mientras continuaba desplazando su mano de arriba a abajo.





Abrí los ojos y comprobé cómo Davinia no apartaba su mirada de mi pene, gozando así cada impulso que le daba.





¡Qué delicia! ¡Lástima que no tengamos mucho tiempo! Tu madre puede regresar en cualquier momento- comentó, a la vez que empezaba a acelerar los movimientos manuales.





Mis testículos se bamboleaban de un lado a otro y el placer aumentaba cada vez más. Davinia cerró la mano oprimiendo mi glande y comenzó a girarla sobre él. Cada roce, cada deslizamiento sobre la punta de mi polla me provocaba un intenso goce.





¡Ahhh....! ¡Uffffff...! ¡Titaaaa...! ¿Qué me haces?- dije entre suspiros.





Te gusta, ¿verdad? Déjame que juegue un poco con esa bola que tienes ahí, tan mojada y húmeda y con ese olor tan intenso que desprende. Así, apretándola para que lo sientas rico, para estimularla y que palpite entre mis dedos.





El magreo a esa zona tan delicada y sensible de la polla empezaba a minar mi resistencia y a adelantar el momento de la corrida. No conforme con eso, Davinia agarró con su otra mano mis testículos y empezó a masajearlos. Ahora oprimía a la vez mis huevos y mi glande. Yo gemía como un loco y sabía que no aguantaría mucho más.





¿Qué te pasa, sobrino? Te veo con carita de apuro. ¿Acaso falta poco para que sueltes tu semen? Anda, hazlo ya. Dale a tu tita toda tu leche. ¡Córrete sobre mí, cubre mis tetas de blanco!





Dejó tranquilo mi glande para volver a agitar mi falo ya con suma vehemencia. La mano se movía imparable y endiabladamente rápida y mi polla estaba a punto de reventar.





¡Venga, salpícame entera! ¡No esperes más y córrete!- me gritó.




Sin darle margen a que dijera nada más, un primer y enérgico chorro de semen impactó sobre su teta izquierda, pringándola por completo. El esperma resbalaba de arriba a abajo, deslizándose por la oscura aureola hasta alcanzar el tieso pezón. Le siguió un segundo chorro, que tuvo el mismo destino y, luego, un tercero, que alcanzó el seno derecho. La cara de Davinia reflejaba satisfacción. Mi tía recogió con los dedos toda la corrida que había en sus tetas y se la llevó a la boca. Chupó sin cesar los dedos hasta dejarlos limpios, mientras un surco de semen bajaba parsimonioso por su vientre.




¿Satisfecho?- me preguntó sonriente tras tragar varias veces.





Yo resoplaba y trataba de relajarme.





Mucho. He disfrutado muchísimo- le respondí mientras intentaba tocarle las tetas.





Tranquilo, no seas impaciente. Todo a su tiempo. Ahora debemos regresar a las toallas, no sea que tu madre ya haya vuelto- me dijo.





Me quitó el tanga de las manos y limpió con él los restos de semen que todavía poblaban la punta de mi verga. Luego lo encerró en su puño, se agachó y cogió de la arena mi bañador. Al agacharse me ofreció la impresionante imagen de su coño abierto, visto desde detrás: se notaba perfectamente la humedad y algo de flujo resbalando por la cara interna de los muslos. Me entregó el bañador y con él en la mano salí de aquellos arbustos en compañía de mi tía, ambos totalmente desnudos.





Mi madre todavía no había regresado del paseo y Davinia y yo, tras depositar nuestra prenda de baño en las bolsas, nos metimos en el agua para limpiarnos y refrescarnos. Una vez dentro, sentí inmediatamente la mano de mi tía bajo el agua acariciando mis glúteos y aproveché para hacer lo mismo. A ciegas acerqué mi mano hasta palparle las nalgas: las sobé y las pellizqué en varias ocasiones, provocando un respingo en Davinia cuando me disponía a llegar con mi mano a su sexo.





Pero la advertencia por su parte de que a lo lejos venía ya mi madre me interrumpió de golpe la acción.





Nos va a fastidiar la fiesta. Ya podría haberse entretenido un poco más. Te prometo que buscaremos otro momento para continuarla. Espera, espera......No viene sola: creo que ha ligado. ¡Viene muy bien acompañada!- exclamó mi tía.





Giré la cabeza y, en efecto, a lo lejos venía mi madre con su bikini negro y junto a ella un hombre totalmente desnudo. ¡No me lo podía creer! Ella que tanto había puesto el grito en el cielo por lo de la playa nudista y por el topless de mi tía y se hacía acompañar ahora por ese tipo en pelotas y en animada conversación con él.





Davinia y yo comenzamos a salir del agua.





Álvaro, hijo, a ver cómo haces para ocultar eso antes de que llegue tu madre- me comentó aludiendo al tamaño de mi polla que nuevamente se había empalmado debido a los roces y tocamientos dentro del agua.





En parte tenía razón pero rápidamente caí en la cuenta de algo: cuando ella llegase y nos encontrase desnudos, no podría decirnos gran cosa, al menos en ese momento, primero porque ella misma venía acompañada por ese hombre y, segundo, porque con él delante no se atrevería a montar ningún escándalo. Nunca solía perder la educación ante otras personas.





Mientras nos secábamos, le comenté esa reflexión a mi tía y me dio la razón. Un par de minutos más tarde mi madre y su acompañante alcanzaron nuestra posición. Me fijé en la cara de asombro que se le puso a mamá al vernos sin el bañador. Noté cómo observó brevemente nuestras partes íntimas para luego apartar rápidamente la mirada. Quise pagarle un poco con la misma moneda y miré al negro, bajé mi vista hacia su polla colgante y desvié mis ojos para buscar los de mi madre, tratando así de contraatacar. Ella se ruborizó y fue mi tía la que rompió el hielo. Con toda naturalidad le preguntó a su hermana:





Débora, ¿no nos vas a presentar a tu acompañante?




Mi madre tardó unos segundos en reaccionar, sin embargo luego comenzó a hablar:





-Él es Pierre, un antiguo compañero de trabajo. Pierre, ella es mi hermana Davinia y él mi hijo Álvaro.





El hombre nos estrechó educadamente la mano a ambos justo antes de que me percatara de cómo mi tía se fijaba en el miembro de aquel hombre de unos 35 años. Su polla estaba en reposo, pero aun así tenía un tamaño considerable.





Mi madre siguió hablando un poco, contando algo más sobre Pierre, como que era francés pero que llevaba ya muchos años en España, sobre lo bien que se llevaban en la época en la que trabajaron juntos....Pierre también comenzó a elogiar a mi madre, tanto personal como profesionalmente. Mi tía y yo escuchábamos, aunque, en mi caso, permanecía atento al comportamiento de Davinia, que no paraba de dirigir sus miradas con cierto disimulo a aquel pene oscuro que tenía a escasa distancia.





El francés, entre palabra y palabra, observaba igualmente la anatomía de mi tía hasta el punto de que, pasados unos instantes y tras darse cuenta al fin de que Davinia no paraba de mirarle la polla, ésta empezó a ganar en tamaño y a alcanzar una semierección. Miré a mi madre y la sorprendí con su vista clavada en mi paquete: mi polla, sobre la cual había una ligera capa de vello púbico castaño, seguía dura y tiesa. Pero esta vez mi madre no apartó la mirada, sino que la mantuvo fija unos instantes en mi entrepierna antes de volver a meterse en la conversación.





¡Lo pequeño que es el mundo! En una playa tan recóndita como ésta y mira por donde me encuentro con un antiguo compañero de trabajo del que hacía siglos que no sabía nada- comentó mamá.





Tienes razón, pero bueno, ya ves que no he cambiado mucho desde la última vez que nos vimos. Tú tampoco lo has hecho: igual de guapa y simpática y tan prudente y pudorosa como siempre- apostilló Pierre.





Yo ya intuía por dónde iba la cosa, pero el francés lo aclaró a continuación:





Debes ser de las pocas personas que van a una playa exclusivamente nudista y que se dejan el bañador puesto, jajajaaaa- dijo Pierre entre risas.



Mi tía y yo también sonreímos.





Mi hermana es que es un poco chapada a la antigua. No sé cómo no ha dicho nada al vernos a su hijo y a mí desnudos- añadió Davinia sin desaprovechar la oportunidad de volver a deleitarse con el endurecido miembro y con las bolas totalmente rasuradas del francés.





Mi madre empezó a estar entonces un tanto acorralada: tres personas desnudas y ella, en cambio, con el bikini puesto y en una playa nudista.




Pero, ¿por qué se tendría que escandalizar? Estar desnudos en una playa de este tipo es lo más normal. No pasa nada por ver a tu hijo o a tu hermana desnudos. Ni por ver a un antiguo compañero. Conmigo, cuando nos encontramos hace un rato, ha actuado con total normalidad, incluso nos hemos dado un abrazo y un par de besos en las mejillas para saludarnos. Y, que yo sepa, no ha pasado nada, ni se ha muerto nadie- dijo Pierre.





Por mi mente se pasó la imagen del cuerpo de mi madre pegado, aunque fuese por unos segundos, al de aquel tipo totalmente desnudo y eso me calentó un poco más. Mi tía volvió entonces a la carga:





Hermana, creo que deberías quitarte definitivamente el bikini. No me seas mojigata, por favor. Tu amigo está desnudo, tu propio hijo lo está y yo también y no ocurre absolutamente nada. Todo lo contrario: si te quedas con el traje de baño puesto, es cuando se producirá la anomalía.





Mi madre agachó la cabeza un tanto nerviosa. Por primera vez me dio la impresión de que estaba a punto de ceder y de despojarse del bikini. Tal vez un “empujón” más y eso sucedería. Y ese “empujón” llegó por boca de Pierre:





Yo pienso lo mismo, Débora. Puedes hacer lo que quieras, por supuesto, Pero, mujer, estamos todos desnudos, en plena naturaleza, en un espacio exclusivo para nudistas. Además, sólo aceptaré la invitación que me hiciste antes, cuando nos encontramos, de pasar un rato aquí con vosotros si te quitas el bikini. Si no, me doy la vuelta y regreso por donde he venido.





Estas últimas palabras del francés fueron las definitivas. Sin pronunciar palabra, mamá levantó la cabeza, se llevó la mano a la espalda y se abrió el cierre de la parte superior del bikini. No me lo podía creer: estaba a punto de superar todos sus complejos morales y descubrir sus pechos. Ya con el sujetador suelto, se tapó unos instantes los senos hasta que decidió separar de ellos sus manos y la prenda y dejarlos al desnudo.





Eran preciosos: redondos, bien formados y con unas aureolas de tamaño considerable. El marrón de tono oscuro de los pezones remataba la belleza de los senos. Mi madre me miró: pareció olvidarse de la presencia de Davinia y de Pierre y sólo me observaba a mí. Supongo que lo que más le importaba en ese momento era mi reacción. Supe que tenía que dedicarle algunas palabras tranquilizadoras y eso fue lo que hice:





Mamá, ¿ves cómo no pasa nada? Además, tienes un cuerpo precioso. Tendrías que sentirte afortunada por lo guapa que eres.





Logré arrancarle una tímida sonrisa y su rostro comenzó a reflejar cierta tranquilidad a partir de ese instante. Guardó el sujetador en su bolsa, mientras Davinia y Pierre la miraban en silencio. El francés había hecho un buen repaso visual a las tetas de mi madre y luego miró las de mi tía como si quisiera compararlas.





No sé qué diablos me estaba pasando: en cualquier otro momento me hubiese molestado ver cómo un tío lanzaba ese tipo de miradas a mi madre y a mi tía. Sin embargo, en aquella jornada, no. Todo lo contrario: lo ocurrido con mi tía tras los arbustos, la presencia de aquel negro bien dotado, sus miradas continuas a mi madre y mi tía provocaban que mi excitación no parase de crecer.





Mamá estaba ya únicamente con la braguita del bikini puesta, titubeó unos instantes y, a continuación, llevó sus manos a la prenda. Estaba a punto de quedarse completamente en pelotas delante de nosotros. En la cara de Pierre se podía observar una sonrisa pícara; en la de mi tía se mezclaba la sorpresa y la incredulidad ante lo que estaba a punto de suceder. La braga de mi madre empezó a caer lentamente impulsada por sus manos. En cuanto deslizó un poco la prenda, dejó ver un espeso matojo de vello oscuro bajo el cual nacía la raja de su sexo. Los carnosos labios vaginales fueron los siguientes en quedar expuestos.





Terminó de quitarse las bragas, las sacudió un poco para limpiarlas de arena y las depositó en la bolsa que había traído. Con cierto disimulo y todavía con algo de timidez, mi madre colocó sus manos delante de su entrepierna y se intentó tapar.





Pierre parecía complacido por lo que acababa de ver. Mi tía fue la primera en romper el silencio:





¡Vaya, hermanita! ¡Sí que me has sorprendido! Pensé que jamás te atreverías a dar este paso. ¡Enhorabuena!





Se acercó a ella y la besó en la frente. Yo preferí no comentar nada más y dejar que la situación pareciera lo más normal posible, aunque mi corazón latía desbocado tras el “striptease” de mi madre.





Muy bien, pues a aprovechar el rato. Tengo en mi mochila un balón de voleibol y ahí detrás hay una red y un espacio delimitado con cintas blancas sobre la arena para la práctica del voley. ¿Alguien se anima a jugar? Débora, sé que a ti te gustaba este deporte. Seguro que te apuntas al plan.





En efecto, a mi madre le encantaba el voleibol y el voley playa. Practicaba el primero desde hacía muchos años y había formado parte del equipo de la Universidad. Todavía quedaba a veces con antiguas compañeras para disputar algún que otro partido.





No suena mal. Me parece buena idea- respondió a la invitación del galo.





Yo también me apunto, pero no tengo ni idea de cómo se juega- indicó Davinia.





No te preocupes que yo te enseñaré cómo se juega- dijo el francés, en cuya voz y gestos comencé a notar un cierto flirteo con mi tía.





Venga, Álvaro, que yo te enseñaré a ti- me propuso mi madre.





Le dediqué una sonrisa de agradecimiento y asentí.



Pierre extrajo entonces de su mochila una pelota amarilla con algunos adornos en azul claro. Mientras se agachaba para sacar el balón, su trasero quedó en pompa y desde atrás se le vio totalmente abierto. Entre sus muslos aparecieron colgando sus dos enormes bolas negras y la polla, que permanecía dura. Sorprendí a Davinia deleitándose con aquella panorámica y mordiéndose de gusto el labio inferior de la boca.





Debo reconocer que sentí un poco de celos, pues la atención de mi tía y su deseo sexual iban ahora orientados hacia Pierre y sus atributos. El francés se levantó y se encaminó con el balón en la mano hacia donde se encontraban la red y la cancha. Le siguió mi tía, cuyos ojos iban clavados en las macizas nalgas del negro; detrás de Davinia avanzaba mi madre y tras ella, yo que no podía evitar recrearme la vista con el espectáculo del sensual culo desnudo de mi progenitora. Cuando llegamos a la zona deportiva, el francés propuso lo siguiente:




Hagamos una cosa: para que las dos parejas estén equilibradas, Davinia y yo formaremos una y Débora y Álvaro la otra. Así en cada una habrá un jugador experimentado y otro novato.





A todos nos pareció buena la idea, de modo que a un lado de la red se situaron mi tía y Pierre y al otro nos colocamos mi madre y yo. Inmediatamente el galo se puso manos a la obra (y nunca mejor dicho): empezó a mostrarle a mi tía cómo debía golpear el balón para efectuar los saques, cómo tenía que colocar las manos para amortiguar los remates procedentes del otro lado de la cancha y cómo debía efectuar el golpeo para pasar la bola sobre la red.





Todas sus palabras iban acompañadas de gestos y de posturas corporales para que Davinia pudiera imitarlas. Pero no conforme con todo ello, Pierre, si tenía que corregirle alguna, no dudaba en situarse detrás de mi tía con su cuerpo pegado al de ella e indicarle exactamente cómo tenía que poner el cuerpo en cada caso. Aunque yo estaba frente a ambos, por la postura que tenían era evidente que la polla del negro estaba totalmente pegada al culo de mi tía.





Me percaté además de que ella se hacía la torpe para tener a aquel tipo más tiempo detrás restregándole su verga. Incluso llegué a observar cómo Davinia, en alguna que otra ocasión, empujaba con bastante descaro su trasero hacia atrás para poder notar aun más la dureza del miembro del francés. Cuando al fin éste se apartó de mi tía y continuó con las instrucciones, pero ya con el balón como protagonista, su erección era tremenda, tanto que mi madre no tuvo ningún reparo en quedarse mirándola embobada durante bastantes segundos.





Con cada salto que daba el negro para golpear la bola y mostrarle a Davinia cómo se hacía correctamente, su falo rebotaba como un muelle cada vez que los pies de Pierre aterrizaban luego sobre la fina arena.





¿Está ya todo más o menos claro?- le preguntó a mi tía.





Ella asintió con la cabeza sin pronunciar palabra alguna: sólo sabía mirar aquella polla que tenía tan cerca y tan tiesa.





Débora, ¿a qué esperas para mostrarle a tu hijo cómo se juega? ¡No tenemos todo el día!- exclamó el francés.





A la vez que él y mi tía peloteaban con la bola amarilla, mi madre me hizo una pequeña y provechosa demostración de cómo se jugaba. Yo ya lo había estado observando antes durante el “show” de Pierre, ero aun así preferí dejarme instruir por mi progenitora.





Ella me aportó un serie de consejos e indicaciones bastante valiosos. Durante una de ellas se situó detrás de mí y me comentó la forma en que debía colocar el cuerpo para recibir los balones rivales. Noté primero sus tetas completamente pegadas a mi espalda, luego sentí el roce áspero de los vellos del coño sobre el inicio de mis muslos y los bajos de las nalgas. Mi cuerpo y mi piel ardían de excitación y ya ni siquiera atendía a las instrucciones.





Tampoco me importaba la hinchazón y el grosor que había adquirido mi polla, pues ya nadie ocultaba sus deseos o intenciones. El hecho de que mi madre pusiera fin a sus explicaciones deportivas y que comenzáramos a disputar el partido apagó momentáneamente un poco mi fuego interno, pero no por mucho tiempo.





Los primeros puntos del encuentro fueron rápidos y breves debido a la inexperiencia de Davinia y a la mía, que provocaba que cometiéramos un error tras otro. Sin embargo, poco a poco fuimos cogiéndole el truco al juego y los puntos se hacían cada vez más largos y disputados. Conforme avanzaba el partido mi atención comenzó de nuevo a centrarse en otras cosas: cada vez que mi madre se colocaba en la red y yo detrás de ella para recibir el saque de los rivales, tenía una panorámica perfecta e impactante del culo de mi progenitora en pompa.





Desde mi posición se apreciaba el coño visto desde atrás y la raja del culo abierta por la postura. Otra vez el cosquilleo en mi verga se hacía más que latente.





Tras un punto muy disputado que mi madre decantó de nuestro lado con un espléndido palmeo sobre la red, vino en carrera hacia mí y me chocó las manos antes de abrazarme para celebrarlo. No sé si la emoción por el punto ganado le hizo olvidar que estábamos desnudos o si eso ya le empezaba a dar igual, pero el caso es que nuestros cuerpos quedaron pegados el uno al otro por la parte delantera, pecho con pecho, sexo con sexo.





La sensación que noté fue indescriptible: el roce de sus grandes tetas en mis pectorales, mi polla dura y erguida aplastada entre su vientre y el mío, las cosquillas de los vellos del chocho de mi madre en mi ingle, el sudor de su piel mezclándose con el mío.....Fueron sólo unos segundos lo que duró el abrazo, pero me dejó completamente encendido. Ya no era sólo excitación lo que sentía: me invadió el irrefrenable deseo de follar a mi propia madre. Cada vez que ganábamos un punto , ella se fundía en un nuevo abrazo conmigo y mis ganas aumentaban.





Pierre y Davinia tampoco se quedaban atrás en cuanto a efusividad y las palmadas del francés en el culo de mi tía eran norma tras cualquier punto que ellos conquistaban. El primer set cayó del lado de ambos con un marcador muy ajustado. Pero en el segundo, mi madre y yo nos rehicimos y lo ganamos de manera holgada. Cada vez me sentía más cómodo y ágil en el juego y la calidad de mi madre era tal que contrarrestaba el poderío de Pierre.





El tercer y definitivo set comenzó con un intercambio continuo de puntos. A mitad del mismo, Davinia conectó un buen remate por encima de la red y mi madre y yo corrimos hacia el balón para intentar evitar que tocase la arena.





La falta de entendimiento en esta ocasión provocó que los dos chocáramos entre nosotros, mientras la bola aterrizaba sobre la arena. Mi madre cayó la primera al suelo y yo tropecé con sus piernas, perdí el equilibrio y acabé con parte de mi cuerpo encima del de ella. Mi polla quedó prácticamente sobre su rostro y mi cara entre sus piernas. Mi progenitora, al intentar moverse, hizo que su sexo se restregase por mi cara.





Pese a que fue efímero, noté su humedad en mi boca. Mientras nos levantábamos, ella plantó sus manos en mi cuerpo con la coincidencia de que fueron a parar una a mi estómago, la otra directa a mi entrepierna. Me encogí instintivamente al sentir el contacto y el ligero golpe sobre mi paquete.





Cariño, como no nos hablemos y nos avisemos más, esos dos nos ganan el partido- me indicó ya de pie y dándome un par de palmadas de ánimo en los glúteos.





Ella se mostraba cada vez más desinhibida, cosa que me aliviaba pero, al mismo tiempo, seguía incrementando la llama del deseo. Así llegamos al final del encuentro con el tanteador muy igualado. Si Davinia y Pierre ganaban el siguiente punto, se hacían con la victoria definitivamente. Fue entonces cuando el francés, antes de realizar el saque, propuso lo siguiente:





Viendo lo intrigante que se ha puesto esto, quiero plantear algo: ¿qué os parece que el equipo ganador pueda luego proponer alguna cosa que debamos cumplir todos?




CONTINÚA 







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