VERANO EN FAMILY/CAP3
CAPÍTULO 3
Mi tía, mamá y yo lo miramos un tanto extrañados, sin saber a qué se refería exactamente.
¿A qué te refieres, Pierre?- preguntó mi madre, mientras se enjugaba el sudor que corría por su frente.
Jajajaja...Si te lo digo ahora pierde toda la gracia. Hasta que no concluya el partido no habrá pistas. ¿Aceptáis el reto?
El negro abrió la mano para que se la estrecháramos todos en señal de acuerdo. Davinia fue la primera en hacerlo y luego fuimos mi madre y yo quienes también aceptamos.
Perfecto, trato hecho entonces. Ya no vale echarse atrás después- comentó Pierre antes de encaminarse hacia el fondo de la pista para efectuar el saque.
Davinia se quedó en la red en el lado de su cancha y yo me puse frente a ella en mi terreno de juego, separados simplemente por la fina red. Mi madre se situó detrás de mí en diagonal a mi posición. El francés lanzó la pelota al aire, dio un salto majestuoso como si le fuera la vida en ello e impactó enérgicamente con su mano sobre el balón. Como un misil, el esférico amarillo cruzó la red dirigiéndose hacia el fondo de la pista.
Giré la cabeza y vi cómo mi madre, en un escorzo increíble, logró evitar que la bola tocase la arena. El balón se volvió a elevar hacia mi dirección, corrí un par de pasos, llegué a la altura de la bola y, con un gesto muy forzado, conseguí golpearla tratando de que pasara al otro campo.
Mi progenitora, tumbada boca abajo sobre la arena, seguía con gran atención la trayectoria del balón. Yo intentaba empujarlo con el alma para que sobrepasara la red. La bola tocó la cinta, engañó en su vuelo a Davinia, que se fue hacia el lado opuesto, y pareció detenerse en el aire sin saber hacia qué lado caer. Cuando observé que empezaba a descender hacia nuestro lado de la cancha a plomo y sin dar posibilidad de reacción, cerré los ojos sin querer ver el instante en que se confirmaba nuestra derrota.
Todavía con los ojos cerrados escuché los gritos de alegría y de celebración de Pierre y Davinia. Hasta que no oí a mi madre junto a mí diciendo que no pasaba nada y que había disfrutado mucho durante el partido, no abrí los ojos de nuevo.
Anda, ven aquí, campeón y dame un abrazo- fueron sus siguientes palabras.
La abracé y ella me besó varias veces en la frente y en la mejilla. Yo hice lo mismo y en uno de esos besos nuestros labios estuvieron a punto de encontrarse. Noté las manos de mamá en mis nalgas dándome un par de cachetadas y me dijo:
Vamos a felicitar a los vencedores. Siempre hay que ser deportivos.
Separamos nuestros cuerpos y sentí alivio en mi empalmada polla, al quedar libre de la presión que acababa de sufrir mientras estaba emparedada. Tras felicitar a los ganadores, mi madre le preguntó a Pierre cuál era ese “castigo” para los perdedores del que antes había hablado.
¿Castigo? Yo no he hablado de ningún castigo, sólo de una proposición- puntualizó el galo.
Venga, Pierre, no te hagas más de rogar y suéltalo ya de una vez- le solicitó Davinia.
A mí la forma en que Pierre hablaba, ese misterio y el tono como con segundas con el que decía las cosas me empezaron a oler raro. Cuando al fin desveló su propuesta, me di cuenta de que mis sospechas eran ciertas, incluso que me había quedado corto:
A ver cómo lo explico. Estamos aquí dos chicos y dos chicas, con nuestros cuerpos desnudos, sudorosos, jadeantes por el esfuerzo, con un subidón increíble....Nos encontramos en una playa nudista, tranquila, donde cada uno va a lo suyo sin preocuparse por los demás.
Creo que más de uno de nosotros tiene otro tipo de “subidón”, al margen del originado por la práctica del ejercicio- comentó mientras dirigía su mirada a mi verga y luego a la suya. Observé cómo mi tía sonreía un tanto cómplice con su compañero de equipo. Pero mamá tragó saliva, comenzando a intuir por dónde podrían ir los tiros.
También hay quienes se dedican a lanzar miraditas curiosas a cierta parte del cuerpo de Álvaro y mío, y no quiero mirar a nadie- añadió Pierre.
Davinia sonrió todavía más y no se cortó ni un pelo: contempló primero la verga del negro y luego la mía.
Dos buenas y tiesas pollas, por cierto- indicó mi tía ante la sorpresa de mi madre.
Mamá se ruborizó por este comentario y en sus mejillas afloró un tono rojizo de pudor y vergüenza.
No seamos hipócritas: sólo basta con observar lo empalmado que está Álvaro y cómo lo estoy yo también para saber que andamos calientes como perros y que vosotras dos también debéis de estarlo, porque no habéis parado de mirar nuestros miembros durante todo el partido. Dime, Álvaro: ¿se bien el culo de Débora desde detrás? Que te he pillado deleitándote con la panorámica en varias ocasiones entre punto y punto- señaló el francés.
En ese momento quería que me tragase la Tierra. El muy cabrón, además de darse cuenta y de haberme estado observando, lo acababa de chivar así, sin más. Que lo desvelara de esta forma tan clara, sin rodeos y sin tapujos delante de mi propia madre era ya demasiado. Lo malo es que el tipo tenía toda la razón del mundo y yo no podía negar que eso había ocurrido.
No me gusta tener que estar con esto tan duro durante mucho tiempo. Cuando se me levanta y se me pone de esta manera como ahora, necesito aliviarme. Tal vez los perdedores tendrían que purgar su derrota satisfaciendo las necesidades de los vencedores, ¿no creéis?- terminó añadiendo el francés.
¡Por Dios, Pierre! ¿Estás loco?- exclamó mi madre indignada.
¡Vamos, Débora, no te hagas la inocente que tú, a la chita callando, te has dado un buen lote visual de vergas. No me tomes por tonto: te has hartado de mirar la mía y la de tu hijo- le replicó Pierre, dejándola en evidencia.
¡Pues, sí, he mirado! ¡Una no es de piedra, maldita sea! Pero eso no quiere decir que....-
¿Qué es lo que no quiere decir? ¿Acaso miras y observas algo tantas veces sin gustarte y sin sentir deseo por ello? Yo creo que no. Pienso que en el fondo te mueres de ganas por tener mi polla y, si me apuras, también la de tu hijo. Tal vez sea por falta de sexo en los últimos tiempos, no sé, tú sabrás- interrumpió el francés.
El tipo parecía muy listo, un perfecto estratega, y estaba poco a poco acorralando a mi madre con sus argumentos.
Espero que no te eches atrás y respetes el trato sellado con el apretón de manos. Debes cumplir con tu palabra, tal y como yo hice hace años con ese asunto que tú y yo sabemos- continuó el galo.
La expresión en el rostro de mi madre cambió por completo: de reflejar indignación y rebelión contra la propuesta de Pierre, pasó a mostrar temor, resignación y rendición. En cuanto la miré supe que, ahora sí, iba a aceptar lo que el francés propusiese. Fuera lo que fuese aquello a lo que Pierre acababa de hacer alusión, algo serio y grave tenía que ser para atemorizar y convencer a mi madre de esa forma. Miré a mi tía y me quedó claro que ella estaba a favor del negro desde hacía tiempo: seguía sonriendo y se veía que estaba encantada con aquella situación. Era evidente que deseaba que prosiguiera la “fiesta” que había iniciado casi dos horas antes conmigo y que quería gozar de un buen rato de sexo.
Hermanita, los pactos están para cumplirlos y las palabras dadas, también. No me digas que no te apetece probar esta polla- dijo Davinia agarrando y envolviendo con su mano el pene de Pierre.
Mi tía comenzó a deslizar su mano suavemente sobre el falo del negro, desplazando la oscura piel hacia abajo y hacia arriba.
Además, yo también he ganado y quiero mi recompensa- dijo ella mirándome la polla sin dejar de acariciar la del francés.
Yo estaba deseando ofrecerle su “premio” a mi tía y follármela, pero no quería descubrir esas ganas delante de mi madre: deseaba dejar fluir la situación para que pareciese que me había visto forzado a hacerlo.
¡Esto es una locura, una auténtica barbaridad! Pero acabemos de una vez con toda esta barbarie, no quiero que se prolongue más- exclamó mi madre rindiéndose definitivamente.
Sabía que al final respetarías tu palabra dada. No seas tonta, relájate y disfruta. Lo vamos a pasar muy bien- dijo el galo.
Davinia soltó el falo del negro, tras dejarlo totalmente empalmado y con el capullo al aire. Se le veía húmedo y pringoso y de su agujerito central escapaba una pequeña burbuja de color blanco transparente. Mi madre dio un par de pasos hacia Pierre y se detuvo a escasos centímetros de su polla. Vi cómo la observó tímidamente, sabedora de que los tres estábamos pendientes de ella. Suspiró un par de veces, movió con dudas el brazo, lo echó atrás una vez, pero en un segundo intento fue capaz al fin de llevar su mano hasta la verga del francés.
Eso es, muy bien. ¿Ves cómo no era tan difícil? Tócala sin miedo, nadie te va a juzgar por eso. Los cuatro vamos a divertirnos y a gozar un rato. Así, sigue así, un poco más...- arengó Pierre a mamá.
En efecto, la mano de mi progenitora estaba ya palpando y manoseando el miembro erecto del negro, que continuaba alentando a mi madre. Las palabras que le acababa de dedicar parecieron hacer efecto, pues la timidez inicial de mi madre fue disminuyendo poco a poco y empecé a observar cómo agarraba aquel macizo e hinchado falo con mayor firmeza, ganas y convicción.
¿Te gusta lo que tienes ahí en tu mano? Síííí, eso es, continúa. Ummm...., dame placer, vamos, más, un poco más.....Álvaro, es tu turno: no hagas esperar más a la otra ganadora- dijo el francés antes de cerrar los ojos a causa del deleite que mamá le estaba proporcionando.
El hecho de ver a mi madre masturbando a aquel negro, con esa tremenda polla en su mano, fue el acicate definitivo para acercarme a mi tía y ofrecerle mi polla erguida. Davinia se relamió y luego escupió varias veces sobre mi miembro , dejándolo totalmente cubierto de saliva.
Nada de más preámbulos conmigo. Me muero de deseo. Méteme la polla en el culo y fóllamelo- me ordenó justo antes de girarse y de poner su trasero en pompa.
Miré a mi madre y ella, mientras agitaba cada vez más rápido la verga que tenía en su mano, también me observaba esperando ver el momento en que mi tranca penetrase el ano de su hermana. Acerqué mi falo, cuyo rojo glande ya lucía al descubierto, rocé con él las nalgas de mi tía, recorrí la raja de su culo desde arriba hasta el agujero del ano y, tras dar con él, comencé a empujar con mi cintura y mis caderas. Mi polla empezó a perderse entre los glúteos de Davinia, que suspiraba al notar cómo uno a uno los centímetros de mi gorda verga se adentraban en su interior. Enterré mi miembro entero dentro del culo y sentí en su interior un calor abrasador.
Volví la cabeza a mi izquierda y vi cómo mi madre se había metido en la boca la polla del francés. La mejilla se apreciaba abombada, fruto de tener chocando contra ella por dentro todo el nabo de Pierre. Comenzó a mamarla con lentitud, pero inmediatamente el ritmo aumentó y los labios de mi madre se deslizaban, incansables y enérgicos, sobre ese pene negro.
Sujeté a mi tía por las tetas y me puse a bombear con mi falo su culo. Oía los gemidos de Pierre provocados por la mamada que estaba recibiendo. Escuché cómo le pedía a mi madre que le comiese toda la polla como si fuera una puta, una zorra barata de carretera.
El muy cabrón la estaba poniendo a mil usando ese vocabulario vulgar y soez y yo veía a mi progenitora disfrutar cada vez más. En su postura en cuclillas tenía el coño abierto y resplandeciente por el brillo de la humedad que lo cubría.
Aceleré mis movimientos, incrementé la vehemencia con la que empujaba y el placer que sentía me daba más energías para seguir más, para no decaer en el ritmo.
¡Vamos, así! ¡Párteme el culo, rómpemelo!- gritaba mi tía.
Mi tía, mamá y yo lo miramos un tanto extrañados, sin saber a qué se refería exactamente.
¿A qué te refieres, Pierre?- preguntó mi madre, mientras se enjugaba el sudor que corría por su frente.
Jajajaja...Si te lo digo ahora pierde toda la gracia. Hasta que no concluya el partido no habrá pistas. ¿Aceptáis el reto?
El negro abrió la mano para que se la estrecháramos todos en señal de acuerdo. Davinia fue la primera en hacerlo y luego fuimos mi madre y yo quienes también aceptamos.
Perfecto, trato hecho entonces. Ya no vale echarse atrás después- comentó Pierre antes de encaminarse hacia el fondo de la pista para efectuar el saque.
Davinia se quedó en la red en el lado de su cancha y yo me puse frente a ella en mi terreno de juego, separados simplemente por la fina red. Mi madre se situó detrás de mí en diagonal a mi posición. El francés lanzó la pelota al aire, dio un salto majestuoso como si le fuera la vida en ello e impactó enérgicamente con su mano sobre el balón. Como un misil, el esférico amarillo cruzó la red dirigiéndose hacia el fondo de la pista.
Giré la cabeza y vi cómo mi madre, en un escorzo increíble, logró evitar que la bola tocase la arena. El balón se volvió a elevar hacia mi dirección, corrí un par de pasos, llegué a la altura de la bola y, con un gesto muy forzado, conseguí golpearla tratando de que pasara al otro campo.
Mi progenitora, tumbada boca abajo sobre la arena, seguía con gran atención la trayectoria del balón. Yo intentaba empujarlo con el alma para que sobrepasara la red. La bola tocó la cinta, engañó en su vuelo a Davinia, que se fue hacia el lado opuesto, y pareció detenerse en el aire sin saber hacia qué lado caer. Cuando observé que empezaba a descender hacia nuestro lado de la cancha a plomo y sin dar posibilidad de reacción, cerré los ojos sin querer ver el instante en que se confirmaba nuestra derrota.
Todavía con los ojos cerrados escuché los gritos de alegría y de celebración de Pierre y Davinia. Hasta que no oí a mi madre junto a mí diciendo que no pasaba nada y que había disfrutado mucho durante el partido, no abrí los ojos de nuevo.
Anda, ven aquí, campeón y dame un abrazo- fueron sus siguientes palabras.
La abracé y ella me besó varias veces en la frente y en la mejilla. Yo hice lo mismo y en uno de esos besos nuestros labios estuvieron a punto de encontrarse. Noté las manos de mamá en mis nalgas dándome un par de cachetadas y me dijo:
Vamos a felicitar a los vencedores. Siempre hay que ser deportivos.
Separamos nuestros cuerpos y sentí alivio en mi empalmada polla, al quedar libre de la presión que acababa de sufrir mientras estaba emparedada. Tras felicitar a los ganadores, mi madre le preguntó a Pierre cuál era ese “castigo” para los perdedores del que antes había hablado.
¿Castigo? Yo no he hablado de ningún castigo, sólo de una proposición- puntualizó el galo.
Venga, Pierre, no te hagas más de rogar y suéltalo ya de una vez- le solicitó Davinia.
A mí la forma en que Pierre hablaba, ese misterio y el tono como con segundas con el que decía las cosas me empezaron a oler raro. Cuando al fin desveló su propuesta, me di cuenta de que mis sospechas eran ciertas, incluso que me había quedado corto:
A ver cómo lo explico. Estamos aquí dos chicos y dos chicas, con nuestros cuerpos desnudos, sudorosos, jadeantes por el esfuerzo, con un subidón increíble....Nos encontramos en una playa nudista, tranquila, donde cada uno va a lo suyo sin preocuparse por los demás.
Creo que más de uno de nosotros tiene otro tipo de “subidón”, al margen del originado por la práctica del ejercicio- comentó mientras dirigía su mirada a mi verga y luego a la suya. Observé cómo mi tía sonreía un tanto cómplice con su compañero de equipo. Pero mamá tragó saliva, comenzando a intuir por dónde podrían ir los tiros.
También hay quienes se dedican a lanzar miraditas curiosas a cierta parte del cuerpo de Álvaro y mío, y no quiero mirar a nadie- añadió Pierre.
Davinia sonrió todavía más y no se cortó ni un pelo: contempló primero la verga del negro y luego la mía.
Dos buenas y tiesas pollas, por cierto- indicó mi tía ante la sorpresa de mi madre.
Mamá se ruborizó por este comentario y en sus mejillas afloró un tono rojizo de pudor y vergüenza.
No seamos hipócritas: sólo basta con observar lo empalmado que está Álvaro y cómo lo estoy yo también para saber que andamos calientes como perros y que vosotras dos también debéis de estarlo, porque no habéis parado de mirar nuestros miembros durante todo el partido. Dime, Álvaro: ¿se bien el culo de Débora desde detrás? Que te he pillado deleitándote con la panorámica en varias ocasiones entre punto y punto- señaló el francés.
En ese momento quería que me tragase la Tierra. El muy cabrón, además de darse cuenta y de haberme estado observando, lo acababa de chivar así, sin más. Que lo desvelara de esta forma tan clara, sin rodeos y sin tapujos delante de mi propia madre era ya demasiado. Lo malo es que el tipo tenía toda la razón del mundo y yo no podía negar que eso había ocurrido.
No me gusta tener que estar con esto tan duro durante mucho tiempo. Cuando se me levanta y se me pone de esta manera como ahora, necesito aliviarme. Tal vez los perdedores tendrían que purgar su derrota satisfaciendo las necesidades de los vencedores, ¿no creéis?- terminó añadiendo el francés.
¡Por Dios, Pierre! ¿Estás loco?- exclamó mi madre indignada.
¡Vamos, Débora, no te hagas la inocente que tú, a la chita callando, te has dado un buen lote visual de vergas. No me tomes por tonto: te has hartado de mirar la mía y la de tu hijo- le replicó Pierre, dejándola en evidencia.
¡Pues, sí, he mirado! ¡Una no es de piedra, maldita sea! Pero eso no quiere decir que....-
CONTINÚA



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